Thelmaprendizajes

Bloqueando gente que no piensa igual que tú

Hace ya unos días, mi algoritmo digital se torció y comenzaron a aparecer en mi feed de Facebook, Instagram y Twitter un montón de posts de youtubers e influencers con un específico tema en común: A manera de limpieza de fin de año, eliminarían y bloquearían a personas con cuyos comentarios no estuvieran de acuerdo, alegando “librarse de haters por paz mental”.

He seguido la trayectoria de algunos de estos influencers, la mayoría de ellos defienden acérrimamente temas de coyuntura social. Unos están públicamente a favor de la legalización del aborto, otros están a favor del matrimonio igualitario, otros hablan seriamente de trastornos mentales y trastornos alimenticios, equidad de género, feminismo y otros critican duramente las decisiones gubernamentales del país.

Todas estas figuras públicas están acostumbradas a leer, entre su mar de comentarios, a espectadores que piensan de manera contraria a ellos. Algunos de los influencers ignoran estos comentarios simplemente “no dándoles like” o no comentando nada al respecto. Otros se enganchan en una fiera pelea con los seguidores que proponen una idea opuesta y descalifican el nivel intelectual de quien les lleva la contraria de manera violenta, sólo porque esta otra persona no ha tenido acceso a la misma información y al mismo contexto de donde surgió la opinión del influencer.

Son pocos los influencers que analizan la idea contraria a la que les proponen o que buscan, de manera didáctica y entretenida explicar el por qué de su postura. La mayoría de los influencers se cierran en un discurso del tipo “Es correcto según mis principios éticos, morales y cívicos, así que debe ser lo correcto para todos y los que opinen lo contrario, me odian o sólo quieren ver el mundo arder”.

Me sorprendió que muchos de estos influencers tomaran la radical decisión de bloquear de sus redes a las personas que opinaran lo contrario a ellos, es decir, que no les permitieran comentar ni ver el contenido que generan, siendo que su trabajo es justamente la creación de contenido para redes, sólo para librarse de la fatiga de defender sus posturas.

Ocurre que puede ser desgastante recibir miles de mensajes contrarios a tus ideas todo el tiempo, pero yo encuentro genial que alguien me lleve la contraria, porque me permite explorar el lado que yo no conozco de un mismo tema. Cuando alguien te expone las razones por las que está de acuerdo con un tema con el cuál tú no congenias, es interesante tomárselo con calma, no tomarlo personal y explorar juntos las posibilidades. Ni siquiera para llegar a un acuerdo de qué es lo correcto o con la finalidad de que ambos piensen igual, sino para estar conscientes de la perspectiva de una persona que no ha tenido tu misma historia de vida.

Todos estos influencers que se atreven a tocar temas de gran importancia social y luego bloquear a los que no están de acuerdo con ellos, se resguardan en el búnker de la descalificación en vez de exponer las verdaderas razones por las que tienen una postura. No sé si por hartazgo, miedo a la crítica o porque realmente han encontrado que, cambiando de perspectiva puede ser que sus opiniones no tengan un fundamento tan sólido como creían.

Si un tema te apasiona lo suficiente, te gusta hablar de eso todo el tiempo, es más, buscas cualquier oportunidad para mencionarlo.

La tendencia de esta generación, según mi sesgada percepción, era la de aceptar que no podemos saberlo todo y que es válido cambiar de opinión al encontrar nueva información. Pero con el tipo de conductas estilo bloqueo-a-los-que-me-contradicen, me asalta el temor de que la decisión de cambiar de opinión se enfrente al ego. Y el ego gane. Que el temor de admitir una equivocación, un cambio de opinión o un fundamental cambio de perspectiva ante un tema, sea mayor que las ganas de saber más, de pensar más y de valorar el conocimiento nuevo.

Me preocupa que esto esté pasando con las personas que las nuevas generaciones ven y escuchan. Me preocupa que aprendan que debemos separarnos e invisibilizar a los que no opinan como nosotros en vez de conocer el fundamento de sus opiniones y debatir, no con afán de ganar, sino de enriquecerse cognitivamente. Que terror que las futuras generaciones crean que sólo deben rodearse de personas con sus mismos pensamientos para evitar el choque de ideas. Una sociedad dividida poco a poco retrasa y entorpece el avance del conocimiento, porque no sólo se vuelve importante un hecho, si no quien lo dice y cómo lo dice.

Separarnos en micro-sectas y no discutir entre todos acerca de un tema que afecte a la comunidad, puede hacer que la conciencia social se fracture y que en momentos en los que tenemos que estar más unidos, que nos distraigamos con el juego de las culpas. ¿Quién lo hizo bien y quién lo hizo mal?, ¿Quién tiene la razón absoluta y por qué yo no?

Intentemos tomar la pandemia como ejemplo. En vez de hacer algo tan sencillo como usar un cubrebocas al salir a la calle, esta instrucción fue rechazado por comunidades enteras, comunicadas entre ellas, pero alienadas del mundo, que están de acuerdo con que taparse la cara es el inicio de una opresión social futura. Dialogar es una habilidad que se está perdiendo al tener muchas micro-sociedades enfrascadas en sus pensamientos y sin deseo de escuchar algo diferente.

No olvidemos que todos estamos conectados por temas mucho mayores que nuestras micro-comunidades. Por temas globales de economía, educación, alimentación, consumo de bienes, tecnología y ciencia. Ninguno de estos va a desaparecer si la sociedad se fragmenta en micro-comunidades, sólo se volverán caóticos y mucho más difíciles de entender.

Según mi perspectiva, mantenernos abiertos al diálogo tiene muchos más beneficios que bloquear de nuestra vista a personas a la menor provocación.  

Pero claro, puedo estar equivocada…

¿Qué opinan ustedes?

Thelma 🙂  

“Nothing in life is to be feared. It is only to be understood.” – Marie Curie

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