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El drama intenso de haber nacido en México

México es famoso, entre otras muchas cosas, por el drama intenso que exporta, vive y maneja cada día. Es una condición que hemos convertido en realidad y hasta en normalidad. No es normal vivir sumergidos en drama, no es productivo, no aporta algo positivo al desarrollo humano.

Afortunadamente soy la más pequeña de mi familia y como es natural, siempre me han tratado como niña, dejándome fuera de las “charlas de adultos”. Agradezco profundamente esta maravillosa oportunidad de ser únicamente observadora de los dramas que se generaban en mi familia y no participe en ellos. Como era considerada una ficha inofensiva en el amplio árbol familar, tenía acceso irrestricto a las conversaciones de todos, a sus puntos de vista y a la opinión de cada uno, a todos los secretos y las mentiras que se decían unos a otros.

Desde una fría esquina podría comparar sus versiones y darme cuenta de que su manera de comunicarse nunca iba a ser funcional. Por alguna razón decidí que jamás formaría parte de este ciclo ridículo de preguntas, respuestas, amenazas y evasivas que se generaba antes durante y después de cada evento familiar. Y así, con mi condición de niña aún después de los veintidós años, decidí apartarme absolutamente de sus problemas y sus decisiones.

Así como yo lo veo, le quité un grado de libertad a mi vida. Entendiéndose grados de libertad como en la definición estadística lo convino la humanidad: “Los grados de libertad están dados por el número de valores que pueden ser asignados de forma arbitraria antes de que el resto de las variables tomen un valor automáticamente”. Decidí que no tomar decisiones ni partido dentro de las discusiones familiares iba a traerme tranquilidad mental. No entendía muy bien por qué cada situación tenía que ser un drama intenso cuando se compartía con el núcleo familiar. Mucho tiempo después entendí que con algo tenían que llenar el vacío existente en su atención y su tiempo, el drama es una excelente pieza de ocio que te ayuda a llenar lagunas mentales y te hace pensar que de alguna manera estás desarrollándote. No lo estás haciendo.

Decidí mantenerme tan ajena a las situaciones familiares que obtuve la capacidad maravillosa de escuchar sus problemas sin que quedaran registrados en mi cabeza, la increíble habilidad de que sus voces fueran susurros incoherentes que me permitían pensar en las cosas que yo quería pensar aún en su parlanchina presencia. Cuando uno se da cuenta de que las discusiones que está teniendo no van a cambiar al mundo… ¿Por qué desgastarse? ¿Por qué invertir tiempo, inteligencia, dedicación y astucia en algo que no iba a impactar positivamente en la existencia humana? No tiene ningún sentido.

Por favor, no me malentiendan, si tienen discusiones familiares de alto nivel, no desistan, no se mantengan ajenos. Si la conclusión de esa plática los enriquece al final, les aporta ideas, ánimo, motivación ¡Adelante! ¡Disfruten! ¡Debatan!. Si sólo les da cansancio mental, preocupación y frustración, dedíquense a algo que les aporte vitalidad. Sean el cambio que quieran ver en el mundo. Compórtense como las personas que les gustaría llegar a ser. Fake it until you make it.

Thelma 🙂

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